jueves, 1 de marzo de 2018

POEMAS PARA EL TRABAJO DE RAÍZ DE AMOR

Listado de poemas para las actividades:

- "Si me llamaras..." de Pedro Salinas.


¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas».

- Corazón, coraza, de Mario Benedetti.
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

- Te quiero, de Luis Cernuda.
Te lo he dicho con el viento, 
jugueteando como animalillo en la arena 
o iracundo como órgano impetuoso; 


Te lo he dicho con el sol, 
que dora desnudos cuerpos juveniles 
y sonríe en todas las cosas inocentes; 



Te lo he dicho con las nubes, 
frentes melancólicas que sostienen el cielo, 
tristezas fugitivas; 



Te lo he dicho con las plantas, 
leves criaturas transparentes 
que se cubren de rubor repentino; 



Te lo he dicho con el agua, 
vida luminosa que vela un fondo de sombra; 
te lo he dicho con el miedo, 
te lo he dicho con la alegría, 
con el hastío, con las terribles palabras. 



Pero así no me basta: 
más allá de la vida, 
quiero decírtelo con la muerte; 
más allá del amor, 
quiero decírtelo con el olvido.
- Gacela III del amor deseperado, de Federico García Lorca

La noche no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.
Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.
El día no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.
Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.
Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.

- Cenizas, de Alejandra Pizarnik

Hemos dicho palabras,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.

Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.

Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas,
frases como alas.

Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles
caminos.

Yo ahora estoy sola
– como la avara delirante
sobre su montaña de oro –
arrojando palabras hacia el cielo,
pero yo estoy sola
y no puedo decirle a mi amado
aquellas palabras por las que vivo.


- También estas liras para ti, de Luis García Montero

...en los vastos jardines sin aurora...
LUIS CERNUDA

Donde el amor habita,
donde el tiempo camina detenido
sobre tu piel y grita,
borracho, consentido,
mi corazón en el amor perdido.

Donde el deseo espera,
donde un beso parece un forajido
y una ciudad cualquiera
seduce a su latido
mi corazón en el amor perdido.

Donde tu cuerpo aguarda,
donde se hace palabra mi gemido
y lucha, mientras tarda
en encontrar tu oído
mi corazón en el amor perdido,

allí tiendo mis venas,
allí la soledad que hoy se ha dormido
bajo las azucenas.
Allí acudo vencido,
allí mi corazón, aquí el olvido. 


- ¿Dónde está el niño que yo fui?, de Pablo Neruda

 Dónde está el niño que yo fui,
sigue adentro de mí o se fue?

¿Sabe que no lo quise nunca
y que tampoco me quería?

¿Por qué anduvimos tanto tiempo
creciendo para separarnos?

¿Por qué no morimos los dos
cuando mi infancia se murió?

¿Y si el alma se me cayó
por qué me sigue el esqueleto?

- Visión, de Aramís Quintero.


Vas por la calle, pensando
en la clase de historia.
Qué raros los fenicios,
qué lejanos
sus barcos y su gloria.
De pronto se ilumina
la calle extrañamente.
La luz viene de arriba,
de una nube
fantástica.
¡Qué suerte!
Es una nube áurea,
encendida,
que llegó de repente:
un barco de oro
con la vela de nácar y de fuego
desplegada en el viento.
Y sobre el puente,
con los brazos cruzados,
un fenicio.
Navegando en el tiempo,
sonriente.

- Ella, de Miguel D'Ors


Es misteriosa como el tiempo y el mercurio,
delirante y exacta, álgebra y fuego.
Cuando nadie la espera, coronada de escarcha
baja tarareando con pies maravillosos
por entre los helechos. Muchos enamorados
consagraron su vida a llamarla, elevaron
laboriosos palacios para ella
y no condescendió ni a una mirada.
No sirve para nada y son millones
los que viven por ella. Cuando piensas
que prefiere los locos y vagabundos, pasa
del brazo de un ministro o Mr. Eliot.
Es papeles manchados de tinta y es el mundo
con hogueras y robles, despedidas, los Andes,
la luna azul y Concha Valladares. Su rostro
constantemente cambia, inconstante. Y no cambia.
Bécquer la confundió con el Amor
y es una forma de no ser feliz.


- El cóndor, de Pablo Neruda.
 

Yo soy el cóndor, vuelo
sobre ti que caminas
y de pronto en un ruedo
de viento, pluma, garras,
te asalto y te levanto
en un ciclón silbante
de huracanado frío.
Y a mi torre de nieve,
a mi guarida negra
te llevo y sola vives,
y te llenas de plumas
y vuelas sobre el mundo,
inmóvil, en la altura.
Hembra cóndor, saltemos
sobre esta presa roja,
desgarremos la vida
que pasa palpitando
y levantemos juntos
nuestro vuelo salvaje.

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